domingo, 4 de mayo de 2008

Las cifras indican que los delitos se mantienen estables, pero nada detiene a la sensación térmica de que la violencia aumenta cada día entre nosotros

Un país a las Piñas
Sábado 03.05.2008, 03:40 hs. Montevideo, Uruguay
MÁS RAPIÑAS. EL INCREMENTO DE RAPIÑAS EN 2007 FUE LO QUE HIZO QUE LOS DELITOS SUBIERAN 2,3% RESPECTO DE 2006 FALSO. LOS ALTOS ÍNDICES DE ENCARCELAMIENTO CONTRADICEN LA IMPRESIÓN DE QUE LOS LADRONES "ENTRAN POR UNA PUERTA Y SALEN POR OTRA"
Fernán R. Cisnero

Hay quienes consideran que la sensación térmica de inseguridad y violencia que vivimos comenzó con el sospechoso de siempre: la crisis económica de 2002. Para justificar esa teoría se hablan de lo saqueos del 1° de agosto de ese año, como el primer síntoma de que las cosas se estaban poniendo feas.
Más allá de que la crisis generada por los cierres de bancos tenga bien ganada la fama de chivo expiatorio de muchas miserias actuales, Uruguay ya venía dejando claro que la cultura y los buenos modales que solía enorgullecernos entraban en una profunda desintegración.
Unos meses antes, por ejemplo, durante las instancias finales de las Eliminatorias hacia el mundial de Japón-Corea, en junio de 2001, hubo un par de pruebas de que los uruguayos ya no nos apegábamos tanto al protocolo. Para el partido de ida en Australia y convocados por la empresa Tenfield, una multitud se reunió en los alrededores de Tres Cruces a esperar el juego en la madrugada uruguaya. El "aguante" incluía números musicales (en su mayoría de música tropical) en un espectáculo conducido por Omar Gutiérrez. La cosa derivó en saqueos, autos incendiados, un barrio atemorizado, 83 detenidos y tres procesados. Cuando a la semana vinieron los australianos a jugar la revancha, sintieron el rigor de una parcialidad que los escupió e insultó en el Aeropuerto de Carrasco. Clasificamos pero fue un momento bisagra en la sociedad uruguaya.
Otros ubican el comienzo del fin de la "pax uruguaya" que siguió a la dictadura, a comienzos de la década de 1990. "Se puede decir que a partir de ahí hay un aumento significativo en los porcentajes de violencia, sobre todo a nivel urbano que no eran comunes antes de la dictadura", dice la psicóloga social Adriana Molas, quien culpa de eso a "la pobreza y la exclusión social".
Sin embargo, interpreta que entre 2000 y 2002 "hubo un aumento" de la violencia porque "cualquier situación masiva de quiebre social o crisis social que genera un retroceso económico ocasiona eso".
Fueron eventos como ese "aguante" que terminó en caos, los síntomas más visibles de la degradación a la violencia de la "uruguayez" en el siglo XXI.
La racha no ha parado. En estos últimos días, hubo nuevos altercados a la salida del Estadio Centenario (esta vez entre hinchas de Cerro y la guardia de Coraceros, dos viejos conocidos) y dos bandos sindicales resolvieron a las piñas la ocupación de una empresa, sin contar la enorme cantidad de trifulcas espontáneas en los liceos, entre vecinos, en los locales nocturnos y en el tráfico. Las soluciones pugilísticas también se ven en el Parlamento, donde hace unos meses, al grito de guerra de "oligarca puto", un diputado del MPP le dejó un ojo morado a Luis Alberto Lacalle Pou.
Ese tipo de gestos de una mala convivencia también se ha visto acompañada por un crecimiento la violencia criminal con sonados casos de la crónica roja incluyendo un asesinato múltiple a una familia en Colonia, grandes requisas de droga, amenazas de narcotraficantes a autoridades nacionales y la continua presencia de la pasta base en la gran mayoría de los delitos. Y la violencia doméstica, claro.
A la sensación térmica de mayor inseguridad se suma, las noticias diarias de arrebatos, rapiñas, homicidios y accidentes de tránsito. Los números indican un aumento de esas tasas, pero el temor existe. Una compulsa realizada entre lectores de El País Digital (ver página 3) muestra que el 88% piensa que Uruguay es más violento, aunque sólo el 57% fue protagonista de un hecho delictivo.
"Hay una distancia enorme entre la inseguridad y la sensación de inseguridad", dice el sociólogo Ernesto Rodríguez, consultor de Naciones Unidas en políticas de juventud y prevención de la violencia. "Responde a una sensación alimentada por los medios de comunicación. Los estados, además, tienen que brindar certezas a sus poblaciones, en las cosas más básicas: seguridad social, empleo, ingresos. Como esas cosas no pueden asegurarlas como estados por la globalización y la apertura de las economías, algo hay que inventar para que se puedan dar ciertas certezas. Y eso tiene algo que ver con la inseguridad". Para Rodríguez, Uruguay está lejos aún de los niveles de violencia que se ven en el resto del continente. "Estamos en el paraíso", dice.
Puede ser, pero el aumento de rejas, alarmas, guardias de seguridad, que se completa con miedo a salir a la calle y testimonios varios de protagonistas de hechos de violencia lo hacen un paraíso bastante peculiar.
Las cifras oficiales, igual, indican un descenso de algunos delitos violentos.
De acuerdo al Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad, los homicidios, por ejemplo, bajaron: 193 en 2007 (algo así como uno cada dos días), casi 10% menos que el año anterior. Los hurtos también descendieron pero fue el incremento de las rapiñas (hubo 9.173 denunciadas en 2007), lo que hizo que la cantidad total de delitos aumentara un 2,3% con respecto a 2006. La "explosión" de denuncias de violencia doméstica también aportó lo suyo.
"Las rapiñas son lo que más se ve. Quieren hurtar y recurrir a la violencia no cuesta nada", dice María Luisa Blengio, ex fiscal de menores.
Y está la pasta base, convidada de piedra de la sociedad uruguaya desde -esta vez sí- la crisis de 2002. "Todos los delitos contra la propiedad en forma violenta están bastante relacionados con la pasta base", dice el fiscal Ricardo Perciballe.
La última Encuesta en Hogares sobre el Consumo de Drogas dejó claro que 230 mil uruguayos tienen un "consumo problemático" de alcohol, la droga más difundida en el país. Sin embargo, la adicción a la pasta base cambió el mapa de la violencia. Su consumo es "de baja magnitud pero de alto impacto", según la encuesta encargada por la Junta Nacional de Drogas que concluye que aunque alcanza al 0,8% de la población en general, esa cifra trepa hasta el 8% en "zonas periféricas y de alta vulnerabilidad social".
"El consumo de pasta base, aunque su efecto genera altos niveles de descontrol, su consumo masivo ya es un indicador de violencia social que vive la gente que la consume", dice Molas, la psicóloga social. La mayoría de los delitos son impulsados con el combustible de la pasta base, coincidieron los especialistas consultados por Qué Pasa. La gran mayoría de las víctimas de delitos hablan del uso de la pasta base traducido en el rostro y la ansiedad de sus atacantes.
El fantasma de esa droga barata y letalmente adictiva permea la sensación térmica de inseguridad. En la encuesta sobre el consumo de drogas realizada en agosto del año pasado, seis de cada 10 consultados dijeron que en su zona se venden drogas y cinco de 10 percibían que el consumo de drogas creció en su barrio. El panorama de jóvenes desarrapados en la calle intentando sobrevivir hasta la próxima dosis se ha vuelto rutinario en la ciudad, así como los arrebatos a personas mayores.
La escuelita del crimen.
Un informe de la oficina contra la Droga y el Delito de la ONU constató, después de visitar las cárceles uruguayas en mayo del año pasado, que un 50% de los reclusos son adictos a la pasta base.
Un sistema carcelario deficiente, en esas condiciones de hacinamiento y con disponibilidad de drogas adictivas, coinciden especialistas, no ayuda mucho a generar seguridad en la sociedad.
Según el último informe del Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad, nunca hubo tantos presos en Uruguay como ahora. De acuerdo al Comisionado Parlamentario para el Sistema Carcelario, Álvaro Garcé, "hoy debe haber unos 7.700".
Y sigue en aumento. "El mayor incremento es en el delito contra la propiedad y el común denominador es que se trata de internos primarios, jóvenes y consumidores de pasta base. Además la otra razón por la que aumenta la población carcelaria es la elevada reincidencia, entre el 56% y 57%", dice Garcé.
Actualmente hay 20 cárceles departamentales, seis pertenecientes a la Dirección Nacional de Cárceles y el Centro Nacional de Rehabilitación que depende directamente de la secretaría del Ministerio del Interior.
Esas cárceles superpobladas (en el Comcar, por ejemplo, hay 3.200 reclusos en un espacio destinado a 1.200) son percibidas además como una cantera inagotable de técnicas delictivas que después se vuelcan en el mundo exterior. Es un lugar común decir que en la cárcel los reos hacen "un postgrado" en criminalidad. Garcé no coincide con eso. "La afirmación así planteada es un poco injusta en el sentido de que no todas las cárceles son escuelas de delito. Las chacras no son escuelas de delito, sino de rehabilitación. No podemos generalizar. Las cárceles donde no hay oportunidades de trabajo y estudio, o estas son insuficientes, terminan reafirmando los hábitos delictivos", opina el comisionado.
Para la ex fiscal Blengio, la misma situación se da en el Inau. "Los hogares son regímenes donde hay mucha violencia y escasez de personal", asegura.
Garcé afirma, además, que mejores cárceles y "un escenario más favorable para la rehabilitación" redundará en una mejora en la seguridad pública.
Puede ser, pero otro factor de inseguridad es la impresión de que los presos "entran por una puerta y salen por la otra". "Si eso pasara no estarían las cárceles re-llenas como están", opina la fiscal Mirtha Guianze. Su colega, Perciballe coincide: "lo que sí pasa es que en algunas ocasiones no hay prueba que amerite la intervención judicial".
De acuerdo al último informe del Observatorio sobre Violencia y Criminalidad, 35,6% de los montevideanos fueron víctimas de al menos un delito durante 2007. Eso es fácilmente comprobable: siempre hay alguien que tiene algo horrible para contar que le pasó a él o algún conocido.
Pero para todas las quejas sobre la violencia criminal y la ineficacia de la Justicia para atender esa demanda, el uruguayo es poco colaborador con las herramientas legales para apresar a sus victimarios. "A la gente no le gusta ir a declarar a un juzgado", dice Guianze. "Porque se comen unas amansadoras tremendas, están horas. En los casos de la pasta base los vecinos tienen miedo de declarar". Cuatro de cada 10 montevideanos que sufrieron un delito no lo denunciaron, de acuerdo al informe del Observatorio.
Donde no hay "miedo" para declarar, de acuerdo a Guianze es en los casos de violencia doméstica. "Lo que hay no es un aumento de casos de violencia doméstica sino de denuncias y de procesamientos porque la gente se anima a hablar y a denunciar", dice la fiscal.
De acuerdo a los datos del Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad, las denuncias de violencia doméstica no han parado de crecer en el 2000. El año pasado, hubo más denuncias de violencia doméstica que de rapiñas, dice el informe (ver página 12).
Esa clase de violencia criminal, no siempre alcanza a todos, pero la convivencia con un hábitat violento es asunto que cada vez se hace más rutinario. En el fútbol, por ejemplo.
Este año hubo un solo homicidio vinculado, aunque indirectamente, con el fútbol (el hincha de Nacional muerto en un incidente cerca del Parque Central) pero las situaciones de violencia son ya parte del espectáculo deportivo.
"Es muy riesgoso hoy acudir con la familia en pleno a los espectáculos del fútbol", dice el árbitro, Jorge Larrionda. "Lamentablemente es la realidad. Yo creo que no es absoluta responsabilidad de los organizadores de espectáculos sino que tiene que ver más con una realidad social", aventura. El fenómeno de las barras bravas, que han sido acusadas de tener un vínculo institucional con algunos clubes es parte de ese entorno violento. Los cánticos de las tribunas desean, olímpicamente, la muerte del contrincante. El gobierno decretó el 11 de marzo, el Día Contra la Violencia; ese día, en 2006, un hincha de Cerro fue asesinado frente a su esposa y su hijo de 10 años.
"En Uruguay hay una muy fuerte asociación de los niveles de violencia con localizados en los distintos lugares con desintegración social", opina Viscardi, la socióloga. "Falta de salud, inasistencia al sistema educativo, desempleo juvenil. En los contextos donde no hay institucionalidad es en donde las personas más sufren violencia", agrega.
Para el director del Departamento de Medicina Legal de la Facultad de Medicina, Guido Berro, "crímenes, homicidios intencionales son los de siempre. Quizás ahora un poco más violentos porque ahora la sociedad parecería que está más violenta. La percepción actual es que siempre lo de hoy es peor".
Eso es verdad. Los crímenes podrán ser los mismos pero es la percepción está marcando a una sociedad más tensa. Cualquier incidente algo subido de tono se puede terminar resolviendo de una manera contundente en una amplia gama de posibilidades que van desde un insulto por una maniobra inconveniente en el tránsito (que puede terminar en trifulca), un accidente, una moto con escape libre sorteando coches, ser testigo o víctima de un arrebato, ver niños consumiendo pasta base o, irremediablemente, discutir con los limpiavidrios del próximo semáforo. Algunas delicias de otro día en el Paraíso. u
(Producción: Eloísa Capurro)
3.200 son los reclusos que hoy alberga el Comcar, un establecimiento hecho para 1.200 personas.
8 es el porcentaje de consumo de pasta base en zonas periféricas y de vulnerabilidad social.
35,6 es el porcentaje de montevideanos que han sido víctimas de al menos un delito durante 2007.
Todos podemos ser violentos
Dadas las circunstancias todos podemos llegar a ser violentos. Es por eso que no existe un perfil específico de la persona violenta. Más bien es una característica que llevamos dentro y a la que recurrimos en mayor o menor nivel. "El hombre golpeador o el que abusa sexualmente puede ser tu vecino, tu novio, tu papá, el compañero de trabajo. Puede ser cualquiera. Porque además hay una doble fachada que separa el mundo público del mundo privado" opinó el psicólogo y policía, Robert Parrado. Lo mismo sucede con la mujer que soporta malos tratos. Puede ser cualquiera. Todo depende del tipo de socialización que haya tenido la persona. "Estas mujeres fueron educadas creyendo que iban a vivir 30 años de un amor idílico o que el casamiento es para toda la vida o que tienen que esperar a que los hijos sean grandes. Otras piensan que un varón que no fuma ni toma y sólo tiene mal carácter, no es tan malo", agregó. Por esto algunas mujeres esperan 12 años para denunciar casos de abusos en el hogar.
Pero no sólo en el ámbito de la violencia doméstica ocurre esto. Violentos podemos ser todos y todos los días. "Las circunstancias pueden provocar que personas que no hubieran generado violencia, la desarrollen. Una persona que trabajaba en una fábrica y mantenía a su familia, se queda sin trabajo a los 45 años y todo lo que tenía como contención en su autoestima, el sentirse hombre, digno, parte del sistema, se desintegra. La violencia en realidad es una forma de controlar el entorno cuando los recursos internos se sienten muy debilitados" concluyó la psicóloga social Adriana Molas.
Sonría, lo estamos filmando
En 2007 Cutcsa instaló cámaras de vigilancia en sus ómnibus. La medida, tomada a raíz de las 50 rapiñas que la empresa sufría por mes, ayudó a bajar en un 80% la cantidad de delitos, según la compañía. "Las cámaras hicieron que fuera más fácil identificar quién hacía la rapiña. Además pusimos en comunicación con la Justicia para que pidiera estas pruebas. Con esto bajaron a menos de 10 la cantidad de rapiñas por mes" dijo el presidente de Cutcsa, Juan Salgado. De los robos que ocurrieron en 2007, un 43% se dio en el Centro, Ciudad Vieja y otros barrios. El otro 57% tuvo lugar en barrios como el Cerro, Casabó o Punta de Rieles. "Lo que más preocupa es la violencia con que se viene a rapiñar, y eso lo vive no solo el personal del coche, sino el pasajero", agregó Salgado.
Qué hacer
No es sólo Panes
Según el mundo académico, lo que se necesita para revertir la situación de violencia de la sociedad uruguaya son políticas sociales. Y no se refieren solamente al Plan de Emergencia Social (PANES). "Son las políticas generales de recomposición del tejido estructural. La política social para mí es de impacto cuando es a nivel universal, no cuando es a nivel focalizado" opinó la socióloga Nilia Viscardi. Para la psicóloga social Adriana Molas hasta ahora lo mejor que el gobierno ha hecho es el fortalecimiento de las redes comunitarias y la articulación del trabajo interministerial.
Polémicos Datos
Desde 2005, el Observatorio Nacional sobre Criminalidad y Violencia releva la cantidad y el tipo de denuncias que recogen las jefaturas de policía de los 19 departamentos. Sus datos son publicados de forma trimestral. Sin embargo los últimos datos llegaron con dos meses de atraso. La ministra del interior, Daisy Tourné, negó en su momento que se tratara de un intento de ocultarlos sino de "entreveros administrativos". Lo cierto es que, en vista de los nuevos resultados, en mayo el Ministerio del Interior presentará un operativo destinado a combatir la violencia que más golpea a los uruguayos: rapiñas, arrebatos y pasta base.

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Sobre el proyecto Policía Sin Fronteras - Uruguay

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