Viernes 25.04.2008, 19:10 hs. Montevideo, Uruguay
Salir de la culpa y el miedo para vivir libre
Maltrato infantil.
Mujeres víctimas de abuso sexual en la niñez que callaron por décadas piden ayuda cuando son adultas Enfrentan problemas afectivos y sexuales que pueden superarse
DÉBORAH FRIEDMANN.
Guardó silencio 21 años. Era demasiada humillación decir que su padre, quien "se suponía" debía cuidarla, abusó de ella cuando tenía sólo 9 años. Vivió alimentándose de angustia hasta que su propia pareja fracasó por aquel "trauma". Y pidió ayuda.
Vergüenza, miedo, culpa, dolor. Cansancio de llorar tanto. De tener la autoestima baja. De no confiar en nadie. Así definen víctimas de abuso sexual infantil cómo se sienten cuando llegan a la edad adulta sin haber podido compartir su vivencia. O lo que es peor, cuando se lo contaron a alguien de su confianza en su niñez que hizo como si no escuchó nada.
Las víctimas de abuso sexual infantil se pueden dividir en tres grupos, explica la psiquiatra Matilde Mange. "Un tercio que pasa por el abuso y parece no dejarle huellas, otro que tiene consecuencias graves como trastornos de personalidad límite o intentos de autoeliminación, y los que llevan sus heridas y de repente deciden afrontarlo", afirma la especialista.
Desde hace tres años Mange coordina grupos gratuitos en la ONG Plemu para asistir a mujeres que fueron víctimas de abuso sexual en su infancia.
Las estadísticas internacionales estiman que entre 20% y 25% de las adultas pasaron por esa situación.
En Uruguay, un estudio de Teresa Herrera en 2003 en Montevideo y Canelones indicó una prevalencia de 9%.
Baja autoestima
Baja autoestima
Hoy es el Día Mundial de Lucha contra el Maltrato Infantil. En su momento algunos niños logran narrar lo que sucedió y tienen suerte. La de contar con un adulto de confianza, que les crea y los ayude. Eso le sucedió a una niña de 12 años que narró a su madre abusos de un allegado a la familia. La mujer pidió ayuda en la ONG El Faro y denunció al agresor, cuenta Andrea Tuana, directora de la organización (ver nota aparte).
Otros directamente no hablaron del tema. Eso sucedió en una familia que consultó a Mange donde el padre había abusado de sus cuatro hijos -varones y mujeres-, de dos de sus nietos y de dos hijos de empleadas domésticas. Uno de los pequeños comenzó a tener conductas que no eran propias de su edad en el jardín. "El niño lo relata ante una psicóloga y los hermanos empiezan a hablar entre sí y a decir uno tras otro: `A mí me pasó`".
En otros casos sí lo manifiestan, pero no les prestan atención porque el adulto no puede asumirlo o porque prima priorizar el sustento económico de la familia a la situación de violencia de la víctima. Allí se produce la "segunda herida", que puede ser psicológicamente tan o más grande que el abuso. Esos chicos viven, en general, en silencio, pero su vida es igual un infierno. Así lo contó una paciente de Mange.
Mi adolescencia fue un desastre, era una excelente estudiante pero no tenía vida social, no iba a bailes ni reuniones, no quería usar manga corta, ni soleras, ni pantalones, la pollera debía ser larga o a media pierna, el pelo atado, la cabeza baja y la mirada clavada en el piso. Todos veían en esto rasgos de genialidad, nadie veía el dolor.
En la adultez, ese dolor se puede transformar en frustración. La de no poder tener "una vida afectiva plena" y carecer de una vida sexual normal. Y ahí algunos deciden romper el silencio y consultar.
"Tienen una baja autoestima y una desconfianza en todo y en todos. Los que se suponen que debían protegerlos los traicionaron. Muchas veces también tienen una visión pesimista de la vida. Es como que tuvieran una vocecita que les dice: `Vos no valés la pena, vos no sos capaz`", afirma Mange.
A eso se le puede sumar ansiedad, depresión, estrés postraumático, problemas de atención y concentración, hasta los casos más graves de trastornos de personalidad, entre otras secuelas (ver recuadro). "Las mismas secuelas estructurales y funcionales se encuentran tanto en sobrevivientes de abuso sexual infantil como en sobrevivientes del holocausto y veteranos de guerra", afirmó Mange.
"Ser libres". Con la misma rebeldía que cuando era adolescente puso vidrios alrededor de su cama y un cuchillo debajo de su almohada para que su padre dejara de abusar de ella, la chica decidió "decir basta" a su infelicidad en la adultez. Otra paciente de Mange, una mujer de 35 años, describió así cómo llegó a pedir ayuda y se integró posteriormente al grupo de Plemu. Con miedo, angustia, contracturada de la cabeza a los pies, pero tratando de disimular (como siempre). Cansada de tratar de recomponerme. De colocar cada uno de los trozos de mi ser en el lugar que iban y que todo se volviera a desarmar. Sintiéndome culpable, avergonzada, con temor a fallar otra vez. ¡Y encima exponiéndome! Con el miedo de todas las inseguridades y dudas. Pero con una necesidad mayor de intentar disminuir aunque fuera un poco ese remolino amargo.
Para ingresar al grupo de Plemu las víctimas son evaluadas en entrevistas individuales, ya que se excluyen las personas con trastornos graves de personalidad y los adictos a drogas.
Al comienzo del año (como ahora) los grupos son abiertos y luego no se permiten más ingresos. "Trabajamos el tema de la confianza e información. Ver que las cosas que mantuvieron ocultas durante tanto tiempo están escritas y analizadas brinda alivio", afirma.
En la terapia grupal (una vez cada 15 días) trabajan el tema de la confianza, la negación, incluso con canciones y películas y con técnicas de relajación. Lo que allí se habla es confidencial, pero no "secreto". Porque "secreto" es lo que les pedían los agresores a las víctimas.
"Juego con la idea de Sartre cuando dice: `Estamos condenados a ser libres`. Tenés que llevarlas a la convicción de que fueron víctimas y que así salgan de la culpa. Y a que son sobrevivientes. Es decir que no pudieron con ellas. Luego el paso es ser libres y responsables de nosotros", explica Mange.
Me sentí que alguien estaba dispuesta a escucharme con respeto. Ahora tenía un trabajo conmigo misma, pero no sola. Me siento más liviana, más tranquila. Con menos dolor y más energía. El sentimiento de culpa y vergüenza va dejando paso a una sana autoestima y mayor optimismo, consciente que hay seres humanos que sufren en silencio. Como estrellas de mar nos podemos reconstruir: y eso es liberador.
La cifra
Nueve por ciento de las mujeres de Montevideo y Canelones en 2003 eran víctimas de abuso sexual infantil, según una encuesta de Teresa Herrera.
El "flash" en el parto o al revivir una situación
En algunos casos las víctimas de abuso sexual infantil bloquean la situación y no la recuerdan. El parto es uno de los momentos donde "muchas veces" les vienen "flashes" de aquellos momentos, explica la psiquiatra Matilde Mange.
"Eso es muy complicado para la madre y también para el bebé porque predispone a la depresión posparto", señala. Incluso, estudios realizados en Estados Unidos muestran que las víctimas de abuso sexual infantil enfrentan dificultades a la hora de amamantar a sus bebés.
A ellas hay que tratarlas con especiales cuidados y, por ejemplo, es conveniente que las enfermeras que les enseñan como dar de mamar les pidan permiso antes de palparles un seno.
En otras ocasiones el recuerdo se puede "despertar" con una experiencia poco positiva en una relación sexual, con un olor o por ejemplo una situación como un viaje, que tenga algún punto de contacto con el abuso.
Las víctimas que sí recuerdan lo sucedido también tienen "flashes". Por ejemplo, una contó que no soporta el olor de la mezcla del alcohol con el cigarrillo. Otra, cuando siente determinado perfume tiene que bajarse del ómnibus.
Las consecuencias
ESTUDIO. La psiquiatra Matilde Mange presentó un estudio sobre secuelas de abuso sexual infantil en adultas en el 1er. Congreso Internacional sobre Maltrato y Abuso Infantil en noviembre de 2007, basado en 31 casos.
TIPOS. El 86% habían sido abusadas por alguien de su familia y el 90% no lo denunciaron. Nueve fueron violadas, siete fueron abusadas mediante masturbación, seis con sexo oral y masturbación, una mediante visión de pornografía y toqueteos indebidos y seis padecieron todo lo anterior.
CONSECUENCIAS. Todas menos una tenían una visión pesimista del mundo, 29 padecían de cefaleas y trastornos ginecológicos, 12 habían tenido depresión y cuatro presentaron estrés postraumático y debieron ser medicadas. Cinco tenían trastornos alimentarios y cuatro abusaban de alcohol o drogas. También presentaron secuelas en la sexualidad.
BORDER. Diversos estudios sugieren una relación significativa entre abuso sexual infantil y personalidades límite o border, un trastorno grave de la personalidad.
NEUROBIOLÓGICAS. El abuso sexual infantil puede provocar lesiones duraderas en el eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal, que ocasionarían un menor volumen de hipocampo. Eso está relacio- nado con la afectación de la memoria y trastornos disociativos.
Pedir ayuda en URUGUAY: Orientación en el 0800-4141. Plemu 401- 74-70.
FUENTE: http://www.elpais.com.uy/08/04/25/pciuda_343077.asp
Otros directamente no hablaron del tema. Eso sucedió en una familia que consultó a Mange donde el padre había abusado de sus cuatro hijos -varones y mujeres-, de dos de sus nietos y de dos hijos de empleadas domésticas. Uno de los pequeños comenzó a tener conductas que no eran propias de su edad en el jardín. "El niño lo relata ante una psicóloga y los hermanos empiezan a hablar entre sí y a decir uno tras otro: `A mí me pasó`".
En otros casos sí lo manifiestan, pero no les prestan atención porque el adulto no puede asumirlo o porque prima priorizar el sustento económico de la familia a la situación de violencia de la víctima. Allí se produce la "segunda herida", que puede ser psicológicamente tan o más grande que el abuso. Esos chicos viven, en general, en silencio, pero su vida es igual un infierno. Así lo contó una paciente de Mange.
Mi adolescencia fue un desastre, era una excelente estudiante pero no tenía vida social, no iba a bailes ni reuniones, no quería usar manga corta, ni soleras, ni pantalones, la pollera debía ser larga o a media pierna, el pelo atado, la cabeza baja y la mirada clavada en el piso. Todos veían en esto rasgos de genialidad, nadie veía el dolor.
En la adultez, ese dolor se puede transformar en frustración. La de no poder tener "una vida afectiva plena" y carecer de una vida sexual normal. Y ahí algunos deciden romper el silencio y consultar.
"Tienen una baja autoestima y una desconfianza en todo y en todos. Los que se suponen que debían protegerlos los traicionaron. Muchas veces también tienen una visión pesimista de la vida. Es como que tuvieran una vocecita que les dice: `Vos no valés la pena, vos no sos capaz`", afirma Mange.
A eso se le puede sumar ansiedad, depresión, estrés postraumático, problemas de atención y concentración, hasta los casos más graves de trastornos de personalidad, entre otras secuelas (ver recuadro). "Las mismas secuelas estructurales y funcionales se encuentran tanto en sobrevivientes de abuso sexual infantil como en sobrevivientes del holocausto y veteranos de guerra", afirmó Mange.
"Ser libres". Con la misma rebeldía que cuando era adolescente puso vidrios alrededor de su cama y un cuchillo debajo de su almohada para que su padre dejara de abusar de ella, la chica decidió "decir basta" a su infelicidad en la adultez. Otra paciente de Mange, una mujer de 35 años, describió así cómo llegó a pedir ayuda y se integró posteriormente al grupo de Plemu. Con miedo, angustia, contracturada de la cabeza a los pies, pero tratando de disimular (como siempre). Cansada de tratar de recomponerme. De colocar cada uno de los trozos de mi ser en el lugar que iban y que todo se volviera a desarmar. Sintiéndome culpable, avergonzada, con temor a fallar otra vez. ¡Y encima exponiéndome! Con el miedo de todas las inseguridades y dudas. Pero con una necesidad mayor de intentar disminuir aunque fuera un poco ese remolino amargo.
Para ingresar al grupo de Plemu las víctimas son evaluadas en entrevistas individuales, ya que se excluyen las personas con trastornos graves de personalidad y los adictos a drogas.
Al comienzo del año (como ahora) los grupos son abiertos y luego no se permiten más ingresos. "Trabajamos el tema de la confianza e información. Ver que las cosas que mantuvieron ocultas durante tanto tiempo están escritas y analizadas brinda alivio", afirma.
En la terapia grupal (una vez cada 15 días) trabajan el tema de la confianza, la negación, incluso con canciones y películas y con técnicas de relajación. Lo que allí se habla es confidencial, pero no "secreto". Porque "secreto" es lo que les pedían los agresores a las víctimas.
"Juego con la idea de Sartre cuando dice: `Estamos condenados a ser libres`. Tenés que llevarlas a la convicción de que fueron víctimas y que así salgan de la culpa. Y a que son sobrevivientes. Es decir que no pudieron con ellas. Luego el paso es ser libres y responsables de nosotros", explica Mange.
Me sentí que alguien estaba dispuesta a escucharme con respeto. Ahora tenía un trabajo conmigo misma, pero no sola. Me siento más liviana, más tranquila. Con menos dolor y más energía. El sentimiento de culpa y vergüenza va dejando paso a una sana autoestima y mayor optimismo, consciente que hay seres humanos que sufren en silencio. Como estrellas de mar nos podemos reconstruir: y eso es liberador.
La cifra
Nueve por ciento de las mujeres de Montevideo y Canelones en 2003 eran víctimas de abuso sexual infantil, según una encuesta de Teresa Herrera.
El "flash" en el parto o al revivir una situación
En algunos casos las víctimas de abuso sexual infantil bloquean la situación y no la recuerdan. El parto es uno de los momentos donde "muchas veces" les vienen "flashes" de aquellos momentos, explica la psiquiatra Matilde Mange.
"Eso es muy complicado para la madre y también para el bebé porque predispone a la depresión posparto", señala. Incluso, estudios realizados en Estados Unidos muestran que las víctimas de abuso sexual infantil enfrentan dificultades a la hora de amamantar a sus bebés.
A ellas hay que tratarlas con especiales cuidados y, por ejemplo, es conveniente que las enfermeras que les enseñan como dar de mamar les pidan permiso antes de palparles un seno.
En otras ocasiones el recuerdo se puede "despertar" con una experiencia poco positiva en una relación sexual, con un olor o por ejemplo una situación como un viaje, que tenga algún punto de contacto con el abuso.
Las víctimas que sí recuerdan lo sucedido también tienen "flashes". Por ejemplo, una contó que no soporta el olor de la mezcla del alcohol con el cigarrillo. Otra, cuando siente determinado perfume tiene que bajarse del ómnibus.
Las consecuencias
ESTUDIO. La psiquiatra Matilde Mange presentó un estudio sobre secuelas de abuso sexual infantil en adultas en el 1er. Congreso Internacional sobre Maltrato y Abuso Infantil en noviembre de 2007, basado en 31 casos.
TIPOS. El 86% habían sido abusadas por alguien de su familia y el 90% no lo denunciaron. Nueve fueron violadas, siete fueron abusadas mediante masturbación, seis con sexo oral y masturbación, una mediante visión de pornografía y toqueteos indebidos y seis padecieron todo lo anterior.
CONSECUENCIAS. Todas menos una tenían una visión pesimista del mundo, 29 padecían de cefaleas y trastornos ginecológicos, 12 habían tenido depresión y cuatro presentaron estrés postraumático y debieron ser medicadas. Cinco tenían trastornos alimentarios y cuatro abusaban de alcohol o drogas. También presentaron secuelas en la sexualidad.
BORDER. Diversos estudios sugieren una relación significativa entre abuso sexual infantil y personalidades límite o border, un trastorno grave de la personalidad.
NEUROBIOLÓGICAS. El abuso sexual infantil puede provocar lesiones duraderas en el eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal, que ocasionarían un menor volumen de hipocampo. Eso está relacio- nado con la afectación de la memoria y trastornos disociativos.
Pedir ayuda en URUGUAY: Orientación en el 0800-4141. Plemu 401- 74-70.
FUENTE: http://www.elpais.com.uy/08/04/25/pciuda_343077.asp
Llamo al 08004141 para informarme y da permanentemente ocupado, busco información para volcarla a las redes y no hay suficiente sobre como actuar en caso de ver violencia hacia un niño, a donde llamar, o los propios niños.
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