Domingo 30.03.2008, 21:45 hs. Montevideo, Uruguay
La otra cara de Borrás
El hombre que se volvió un monstruo
En menos de un mes, dos hechos de extrema violencia conmovieron a la sociedad hasta el estremecimiento. La pregunta es qué llevó a Pablo Borrás, una persona aparentemente tranquila, a torturar y degollar a cuatro personas. ¿Quién era ese hombre? Por otro lado, un joven adicto a la pasta base hasta los huesos fue asesinado al intentar robar una casa. Su madre narra el infierno que vivió Daniel Figueroa hasta morir.
La otra cara de Borrás
El hombre que se volvió un monstruo
En menos de un mes, dos hechos de extrema violencia conmovieron a la sociedad hasta el estremecimiento. La pregunta es qué llevó a Pablo Borrás, una persona aparentemente tranquila, a torturar y degollar a cuatro personas. ¿Quién era ese hombre? Por otro lado, un joven adicto a la pasta base hasta los huesos fue asesinado al intentar robar una casa. Su madre narra el infierno que vivió Daniel Figueroa hasta morir.
Fotos: El País. Fotógrafo: Darwin Borrelli.
MIGUEL BARDESIO MAGDALENA HERRERA
El domingo pasado, por primera vez, Pablo Borrás estalló en lágrimas. "No pensé", dijo. "Nunca me puse a pensar, lo hice", repitió, frente a su madre Selva, a Viviana, la mujer con quien tiene una hija, y un tío.
Hasta ese momento, el "Mellado" -como muchos le decían a sus espaldas- había mostrado una frialdad absoluta frente a uno de los hechos más monstruosos que haya conocido la historia de la violencia en el país.
Con sus propias manos, y acompañado de otros tres delincuentes y la soledad del campo, Borrás torturó y degolló a cuatro personas, dos de ellas familiares lejanas.
Con el rostro tan frío como el hielo, confesó los crímenes enseguida de ser detenido y nunca se mostró arrepentido, ni en la comisaría o el Juzgado, ni siquiera tuvo explicación coherente el domingo para los íntimos que, según allegados, él considera su única familia, además de su hermana María José.
Con su padre no tenía trato. "No lo voy a ir a ver; quizás en uno o dos años. ¿Qué tengo que perdonar? También hice miles de macanas, claro que más chicas. Tuve una pelea con él hace tres años y no sé en qué hubiera terminado. Finalmente, fui al Juzgado y lo hice sacar de la casa de mis padres, donde se crió y vivió hasta después de que ellos murieran ¿Si era resentido? Pregúntenle a Doña Veneno. Ahora, sólo me despierto a las 3 de la mañana y me acuerdo de Pablo cuando tenía 8 años", señaló a El País, Gabriel Borrás, de 60 años, mientras pasaba la cortadora de pasto por el jardín de su casa en Nueva Helvecia.
"No lo pensé", repitió Borrás cuando le recordaron a su hija de 9 años. Tampoco frente a su familia, dio un motivo para sus asesinatos, pero sí mostró otra faceta. "Ese sí era mi Pablo, no el que mostró la prensa", dijo uno de los familiares que fueron al Penal de Libertad.
Lo que pasó por la cabeza de ese hombre de 33 años para volverse un monstruo, desvela a muchos de sus conocidos y familiares en Nueva Helvecia y Colonia Miguelete.
Nadie entiende demasiado ya que muchos lo caracterizan como un trabajador, buen albañil, hábil electricista, enfermero con título, inteligente, sí callado y de no muchos amigos, padre bueno y cariñoso, "a veces demasiado pegote y más aniñado que su propia hija". "Se veía que necesitaba que le demostraran ese cariño. Cada tanto se refería a su infancia y para nada con buenos recuerdos. Le tenía que decir, `ta, olvidate, ya pasó", dijo una muy allegada.
Hacía tres años que no pisaba la comisaría y cuando lo había hecho era por conflictos en locales nocturnos, arrastrados muchas veces por la ebriedad. En una ocasión fue procesado sin prisión por robo de luz. "Cuando era convocado por problemas de conducta en los bailes nunca se mostró agresivo, siempre concurría cuando era citado, no daba problemas. Era un trabajador más", aseguraron fuentes policiales. Y al otro día, podía encontrarse con los agentes que lo habían capturado y se saludaban como conocidos, como cualquier día.
De Pablo Borrás se podría haber esperado quizás un robo (se lo vio alguna vez comiendo las "escoras" de los chorizos de los tachos en la fiesta de la cerveza, y él explicó: `tengo hambre`). Capaz que nadie se habría asombrado si le narraban que había protagonizado una pelea violenta, por ejemplo si alguien osaba decirle "Mellado", algo que odiaba desde pequeño, tanto que de adulto tapaba el defecto con un bigote. "Lo sacaba de sí. Siempre se decía: `ni loco le vayas a decir mellado`. Pablo decía que su papá lo había rechazado por tener labio leporino", dijo un familiar. Su padre dio otras razones del alejamiento.
En definitiva, Borrás de veinteañero no fue un santo, y Nueva Helvecia lo sabía, pero tampoco nadie imaginó que podría ser capaz de un acto tan atroz. Monstruoso, sí, porque fue decidido a asesinar a esas personas. Sólo miró el objetivo, no planificó nada. Nunca se cubrió la cara, sabiendo que lo reconocerían de inmediato. Ya pensaba matarlos, quizás había ensañamiento, afirmó una fuente policial.
Pero incluso, después de asesinarlos, como si nada Borrás siguió con su vida normal, concurrió a trabajar en su bicicleta, a una obra en construcción en Colonia Valdense. En la noche del sábado, posterior al martes fatídico, fue a bailar a una discoteca, donde lo sacó un patovica por un lío de copas. Ese mismo día, había estado con Roberto Roland (otro de los homicidas) en una estación de servicio comprando cerveza. Pidió cambio de mil pesos.
Al día siguiente de la matanza estuvo con la madre de su hija, y también con la niña, pero nadie notó nada. Sólo, atando cabos luego, quienes lo frecuentaron hasta el mismo día que lo detuvieron, dicen que lo observaban como ido pero tranquilo, y cuando hablaban de proyectos -él se la pasaba planeando negocios-, decía: "Si esto hubiera sido antes".
CRIADO POR ABUELOS. Gabriel Borrás y Selva Rodríguez se casaron en 1970 y tuvieron dos hijos, María José, la mayor que vive en Colonia Miguelete, y Pablo, quien nació el 29 de junio de 1974. Pablo tenía cinco años cuando sus padres se separaron, pero hasta ese entonces, 1979, la familia vivió en el campo de los abuelos paternos de Borrás.
Cuando la pareja se separó, Pablo quedó con sus abuelos quienes lo criaron en el campo ya que la madre se fue, cuenta su padre. Según allegados a Selva, ella debió alejarse un tiempo para irse a trabajar a Montevideo.
En 1987, los abuelos venden la tierra y compran una casa en Nueva Helvecia. Junto a ellos fue Pablo que para ese entonces tenía 13 años. "Era un niño pícaro, nada bobo, pero no de hacer daño. Los buenos recuerdos que tengo era cuando tenía 8 o 9 años, me acompañaba en el trabajo en el campo. Capaz que por eso ahora me levanto a las tres de la mañana y sólo me acuerdo cuando tenía 8 años, no de veintipico" confesó Gabriel Borrás.
Pablo nació con labio leporino, y fue operado a los tres meses, al año y poco y a los tres años. "Fue mellado de nacimiento. Tendría que haberse operado nuevamente a los 11 o 12 pero no lo hizo. Hablaba perfecto, apenas se le notaba un poquito", contó su padre.
Gabriel Borrás no recuerda bien pero cree que Pablo fue a la escuela 126 algunos años, luego sí completó el liceo público en Nueva Helvecia e hizo preparatorio en Valdense.
Cuando Pablo tenía 6 años su padre se volvió a casar. "Se venía conmigo, pero enseguida llegaban los abuelos o la madre a buscarlo".
-¿Por qué?
-Pregúntele a Doña Veneno. Pero bueno, él era muy madrero. Ella olfateaba todo, mientras vivió en el campo era una "bacana". Mi ex mujer tenía mucha ansia, capaz que le inculcó algo, le dio manija, no sé. Habría que preguntarle a los psiquiatras que estuvieron con Pablo, con ellos me gustaría hablar.
-¿Siente culpa alguna?
-No, hice hasta de más. Yo no le hubiera dado tanto, como mis viejos. Con el tema de que era hijo de padres separados, no dejaban que le faltara nada. Fue una macana. No puedo entender esa "mongoleada", retorcido. Le dieron todo.
-Sin embargo usted hacía más de tres años que no se hablaba con él, y antes casi no tenía trato.
-Él se fue a vivir con mis viejos a una casa a la vuelta. Murió mi padre, y él siguió con mi madre hasta que ella falleció en 1999. Hasta setiembre de 2004 lo dejé en la casa. Y en ese momento se la pedí porque no pagaba las cuentas, contribución, luz, y además llevaba amigos a vivir que no me gustaban. Le dije que se fuera, él se creía el heredero, se llenaba la cabeza con eso. Pero yo era el heredero. Bueno, tuvimos una pelea muy violenta. Como viejo, di un paso al costado. ¿Qué gano con la bestialidad? Fui al Juzgado, le advirtieron y se fue. Y vendí la casa. Como tengo hijos con mi mujer, y ella tenía los suyos como yo, hace tiempo que dejamos arreglado para que a todos les tocara por igual.
-¿Pablo estaba comprendido en esa división?
-Lo que le toca por ley. Aunque no sé si lo merece. Pero bueno, después de esa pelea nunca más. Me costó tres meses cicatrizar algo así. Quedó. Me dije: tengo un hijo, está vivo. Después me enteraba los chismes, como que era enfermero.
-¿Alguna vez él le pidió dinero?
-No, nunca
-Es notorio que una parte de la familia tenía plata y otra no. ¿Cree que incidió? ¿Sus padres, los abuelos de Pablo, sentían cierto rencor hacia ese hermano que tenía dinero y cuya familia fue asesinada?
-No. Mire, los Borrás eran tres hermanos, mi padre, Norberto y Gonzalo. Cada uno heredó alrededor de 140 cuadras. Mi padre le vendió su campo a Gonzalo y compró en el pueblo. Luego Norberto le vendió también. Si Gonzalo tenía cerca de dos mil cuadras fue porque apechugó, se levantaba con su mujer, pobre Alicia, a las tres y media de la mañana, invierno y verano, a trabajar. Mi padre tenía una buena relación con Gonzalo. Quizás mi vieja era más "espinilla", tenía más resquemores.
-¿Qué sintió con todo esto? ¿Lloró?
-No. No lloré ni cuando murió mi viejo. Pero llama la atención, Pablo era laburante, estaba por entrar al Hospital de Salud Pública. Si venía por acá y comía, dejaba 20 pesos. Creo que lo que lo sacó fue que hace poco estuvieron por acá Daniel Bentancour y Raquelita (dos de las personas asesinadas) y comentaron que se iban a comprar un auto o algo así. Supongo que lo que enfureció a Pablo para matarlos fue que en el copamiento les pidió plata y le dieron cien dólares y doscientos pesos.
(En medio de la charla, de adentro de la casa, uno de sus hijos lo llama, por el apodo "Venganza").
-¿Le dicen "Venganza"?
-Venganza, talibán, son bromas de chicos.
EL OTRO PABLO. "Conocimos un muchacho que no estaba enfermo. Es muy triste, era otro Pablo. Trabajó como enfermero en 2005, por un corto tiempo, pero que fue muy lindo. Con las referencias de aquí, luego fue contratado por una mutualista y una emergencia móvil", señalan desde el Hogar de Ancianos de Colonia Miguelete, aunque prefieren no dar nombres ni hacer más declaraciones.
Allegados a Borrás señalan que fue a pedido de su madre que cursó enfermería, aunque no le gustaba demasiado. Trabajó en el Hogar de Ancianos de Colonia Miguelete, localidad donde estaba radicada su madre, nuevamente en pareja.
Antes se había ido unos 8 o 9 meses a Chile, "aunque vino más pelado todavía", según su padre.
Tuvo un paso laboral por la mutualista Amec en Nueva Helvecia, y por la Emergencia Móvil Semco, para luego dedicarse los últimos años a la albañilería y otras "changas" de electricidad o sanitaria. "A veces decía que a su abuelo lo habían robado, pero en los 12 años que hace que lo conozco nunca habló de la familia que mató. Sé que sólo una vez fue a una fiesta de quince en ese campo", cuenta una mujer muy allegada.
Pablo Borrás soñaba en grandes negocios, incluso intentó con un boliche: `La Luna`. "Siempre tenía proyectos, delirios le decía yo, y su madre lo apoyaba a veces económicamente", cuenta esa allegada. Por un tiempo vivió en una casa con galpón en la calle Stutz de Nueva Helvecia y allí planificaba poner un bar. Y antes, pensaba comprar un terreno para construir, donde soñaba con irse a vivir con la madre de su hija, Viviana. Siempre se lo pedía, aunque ésta estaba en pareja.
Pero tarde o temprano volvía a su realidad de no tener trabajo, vivienda y andaba de prestado o debía el alquiler. Quizás en esos momentos, o en otros de proyectos, su cabeza dio un giro brutal. Que, hasta él, parece, no se detuvo a pensar.
"Nunca dejaré a mi hermano"
"Por qué lo hizo, sólo lo puede contestar él", señala la hermana de Pablo, María José Borrás. "Lo único que puedo decir, si quiere ponerlo, es que Pablo será mi hermano siempre. Con este hecho, he aprendido que los afectos no mueren. Mi motor de vida son mis hijas, pero a mi hermano no lo voy a abandonar nunca".
¿Qué le interesa a la gente lo que era su hermano antes del 4 de marzo?, se pregunta María José. "Es una cuestión de familia, y ¿qué familia no es disfuncional? Ese es mi pensamiento si lo quiere poner. Si hay un aprendizaje que quizás todos los uruguayos deberíamos hacer, es que esto no es responsabilidad de una persona solamente, sino de una sociedad en la que dejamos abandonados a los jóvenes. ¿Qué hacemos las redes sociales con los que andan en la calle tomando vino, droga de un tipo o de otro? ¿No seremos todos un poco culpables? No es justificativo ni hablo de mi familia en particular. Allí había cinco personas, seres humanos, con cinco vidas diferentes. Pero ninguno de los otros tres que estaban hizo algo para impedirlo. Si yo veo que alguien está cometiendo un hecho delictivo, y no hago nada, soy tan culpable como él. No soy la Justicia. Lo único que tengo claro es que cuando me enteré, estuve afuera para darle un abrazo y decirle `te amo y contá conmigo siempre`. Más allá de toda la atrocidad, es mi hermano. El amor no cambia".
María José señala que todos "somos algo soberbios, porque siempre miramos desde la vereda de enfrente como si no nos fuera a pasar. ¿Qué hace Uruguay por evitar la violencia, el alcoholismo, la drogadicción? Esto es un hecho puntual, pero sucede en todo el interior".
Perfil del asesino sin culpa
Según los psiquiatras, varios factores pueden conducir a una persona a un trastorno de personalidad antisocial, la patología más común de los delincuentes más violentos:
FAMILIA. Hay factores de herencia genética, aunque según estudios internacionales, la causa de mayor riesgo es la disfunción familiar, caóticas y desorganizadas, con problemas para fijar límites. Antecedentes de abuso sexual pueden incidir para el desarrollo del trastorno, que se puede diagnosticar desde los 15 años pues se forma en etapas muy tempranas.
SIN LÍMITES. Los antisociales tienen falta de disciplina desde niños. Pueden en la infancia tener actitudes crueles. De jóvenes y adultos, se caracterizan por vivir siempre al "margen de la ley", son irritables y tienen "irresponsabilidad persistente", como incapacidad para mantener un trabajo o proyectos a futuro. Sienten desprecio por lo demás, que son, para él, la causa de sus males.
AMBIENTE. La pobreza y el consumo de drogas puede agravar el trastorno.
"No les afecta pensar que tienen que matar"
El sábado 8 de marzo descubrieron los cuerpos. Nueva Helvecia y todo el país se enteraba de los asesinatos de Alicia Schwyn (71), su hija Raquel Borrás (30) y su pareja Daniel Bentancour (32) y el peón Insignio Mesa (74), todos acuchillados en una estancia cercana al pueblo coloniense.
Lo primero que pensaron los locatarios e incluso la Policía fue: "Vinieron de Montevideo, una banda, no sé, acá no pasan cosas de estas", según dijo un agente. Aunque luego descubrirían lo contrario, no imaginaba a nadie cercano capaz de tal brutalidad.
Sin hablar del caso en particular, Roberto Mosera, perito psiquiátrico del Poder Judicial, aseguró que la patología más común entre los delincuentes más violentos es el trastorno de personalidad antisocial. "Son estructuras de personalidad patológicas y lo más frecuente, cuando hay extrema violencia, es la ausencia de resonancia afectiva", añade. Lo que significa "frialdad", "no le afecta demasiado pensar que tiene que matar, por ejemplo".
En general, estos delincuentes cometen sus actos más crueles cuando son jóvenes, donde hay mayor impulsividad. La mayoría, también, son hombres. Puede existir una "carrera delictiva" o dar el salto y de la nada cometer el crimen más violento. Eso depende de cada caso.
Estudios internacionales indican que entre el 1% y el 5% de la población mundial padecerían de este trastorno, que tiene escalas. El extremo es el sádico, quien "disfruta con el sufrimiento del otro" y son los menos comunes. En escalas inferiores, el antisocial no es siempre violento. Pero sí siente desprecio por los demás. "Son a veces los estafadores, por ejemplo", asegura Mosera.
Una vez cometido el acto, no siente arrepentimiento. La culpa es siempre de los demás. "Ellos dan explicaciones muy elementales sobre lo que hicieron: `no lo pensé`, `no sé qué pasó`, `no lo recuerdo`. O a veces lo niegan, pero sin dar muchos argumentos. No intenta explicarse los hechos, pasó y listo".
El desarrollo de este mal está asociado a factores genéticos y también de la historia familiar y social de la persona (ver nota aparte). Las posibilidad de tratarlo son casi nulas "porque ellos no tienen conciencia de enfermedad".
FUENTE: http://www.elpais.com.uy/Suple/DS/08/03/30/sds_337967.asp
El domingo pasado, por primera vez, Pablo Borrás estalló en lágrimas. "No pensé", dijo. "Nunca me puse a pensar, lo hice", repitió, frente a su madre Selva, a Viviana, la mujer con quien tiene una hija, y un tío.
Hasta ese momento, el "Mellado" -como muchos le decían a sus espaldas- había mostrado una frialdad absoluta frente a uno de los hechos más monstruosos que haya conocido la historia de la violencia en el país.
Con sus propias manos, y acompañado de otros tres delincuentes y la soledad del campo, Borrás torturó y degolló a cuatro personas, dos de ellas familiares lejanas.
Con el rostro tan frío como el hielo, confesó los crímenes enseguida de ser detenido y nunca se mostró arrepentido, ni en la comisaría o el Juzgado, ni siquiera tuvo explicación coherente el domingo para los íntimos que, según allegados, él considera su única familia, además de su hermana María José.
Con su padre no tenía trato. "No lo voy a ir a ver; quizás en uno o dos años. ¿Qué tengo que perdonar? También hice miles de macanas, claro que más chicas. Tuve una pelea con él hace tres años y no sé en qué hubiera terminado. Finalmente, fui al Juzgado y lo hice sacar de la casa de mis padres, donde se crió y vivió hasta después de que ellos murieran ¿Si era resentido? Pregúntenle a Doña Veneno. Ahora, sólo me despierto a las 3 de la mañana y me acuerdo de Pablo cuando tenía 8 años", señaló a El País, Gabriel Borrás, de 60 años, mientras pasaba la cortadora de pasto por el jardín de su casa en Nueva Helvecia.
"No lo pensé", repitió Borrás cuando le recordaron a su hija de 9 años. Tampoco frente a su familia, dio un motivo para sus asesinatos, pero sí mostró otra faceta. "Ese sí era mi Pablo, no el que mostró la prensa", dijo uno de los familiares que fueron al Penal de Libertad.
Lo que pasó por la cabeza de ese hombre de 33 años para volverse un monstruo, desvela a muchos de sus conocidos y familiares en Nueva Helvecia y Colonia Miguelete.
Nadie entiende demasiado ya que muchos lo caracterizan como un trabajador, buen albañil, hábil electricista, enfermero con título, inteligente, sí callado y de no muchos amigos, padre bueno y cariñoso, "a veces demasiado pegote y más aniñado que su propia hija". "Se veía que necesitaba que le demostraran ese cariño. Cada tanto se refería a su infancia y para nada con buenos recuerdos. Le tenía que decir, `ta, olvidate, ya pasó", dijo una muy allegada.
Hacía tres años que no pisaba la comisaría y cuando lo había hecho era por conflictos en locales nocturnos, arrastrados muchas veces por la ebriedad. En una ocasión fue procesado sin prisión por robo de luz. "Cuando era convocado por problemas de conducta en los bailes nunca se mostró agresivo, siempre concurría cuando era citado, no daba problemas. Era un trabajador más", aseguraron fuentes policiales. Y al otro día, podía encontrarse con los agentes que lo habían capturado y se saludaban como conocidos, como cualquier día.
De Pablo Borrás se podría haber esperado quizás un robo (se lo vio alguna vez comiendo las "escoras" de los chorizos de los tachos en la fiesta de la cerveza, y él explicó: `tengo hambre`). Capaz que nadie se habría asombrado si le narraban que había protagonizado una pelea violenta, por ejemplo si alguien osaba decirle "Mellado", algo que odiaba desde pequeño, tanto que de adulto tapaba el defecto con un bigote. "Lo sacaba de sí. Siempre se decía: `ni loco le vayas a decir mellado`. Pablo decía que su papá lo había rechazado por tener labio leporino", dijo un familiar. Su padre dio otras razones del alejamiento.
En definitiva, Borrás de veinteañero no fue un santo, y Nueva Helvecia lo sabía, pero tampoco nadie imaginó que podría ser capaz de un acto tan atroz. Monstruoso, sí, porque fue decidido a asesinar a esas personas. Sólo miró el objetivo, no planificó nada. Nunca se cubrió la cara, sabiendo que lo reconocerían de inmediato. Ya pensaba matarlos, quizás había ensañamiento, afirmó una fuente policial.
Pero incluso, después de asesinarlos, como si nada Borrás siguió con su vida normal, concurrió a trabajar en su bicicleta, a una obra en construcción en Colonia Valdense. En la noche del sábado, posterior al martes fatídico, fue a bailar a una discoteca, donde lo sacó un patovica por un lío de copas. Ese mismo día, había estado con Roberto Roland (otro de los homicidas) en una estación de servicio comprando cerveza. Pidió cambio de mil pesos.
Al día siguiente de la matanza estuvo con la madre de su hija, y también con la niña, pero nadie notó nada. Sólo, atando cabos luego, quienes lo frecuentaron hasta el mismo día que lo detuvieron, dicen que lo observaban como ido pero tranquilo, y cuando hablaban de proyectos -él se la pasaba planeando negocios-, decía: "Si esto hubiera sido antes".
CRIADO POR ABUELOS. Gabriel Borrás y Selva Rodríguez se casaron en 1970 y tuvieron dos hijos, María José, la mayor que vive en Colonia Miguelete, y Pablo, quien nació el 29 de junio de 1974. Pablo tenía cinco años cuando sus padres se separaron, pero hasta ese entonces, 1979, la familia vivió en el campo de los abuelos paternos de Borrás.
Cuando la pareja se separó, Pablo quedó con sus abuelos quienes lo criaron en el campo ya que la madre se fue, cuenta su padre. Según allegados a Selva, ella debió alejarse un tiempo para irse a trabajar a Montevideo.
En 1987, los abuelos venden la tierra y compran una casa en Nueva Helvecia. Junto a ellos fue Pablo que para ese entonces tenía 13 años. "Era un niño pícaro, nada bobo, pero no de hacer daño. Los buenos recuerdos que tengo era cuando tenía 8 o 9 años, me acompañaba en el trabajo en el campo. Capaz que por eso ahora me levanto a las tres de la mañana y sólo me acuerdo cuando tenía 8 años, no de veintipico" confesó Gabriel Borrás.
Pablo nació con labio leporino, y fue operado a los tres meses, al año y poco y a los tres años. "Fue mellado de nacimiento. Tendría que haberse operado nuevamente a los 11 o 12 pero no lo hizo. Hablaba perfecto, apenas se le notaba un poquito", contó su padre.
Gabriel Borrás no recuerda bien pero cree que Pablo fue a la escuela 126 algunos años, luego sí completó el liceo público en Nueva Helvecia e hizo preparatorio en Valdense.
Cuando Pablo tenía 6 años su padre se volvió a casar. "Se venía conmigo, pero enseguida llegaban los abuelos o la madre a buscarlo".
-¿Por qué?
-Pregúntele a Doña Veneno. Pero bueno, él era muy madrero. Ella olfateaba todo, mientras vivió en el campo era una "bacana". Mi ex mujer tenía mucha ansia, capaz que le inculcó algo, le dio manija, no sé. Habría que preguntarle a los psiquiatras que estuvieron con Pablo, con ellos me gustaría hablar.
-¿Siente culpa alguna?
-No, hice hasta de más. Yo no le hubiera dado tanto, como mis viejos. Con el tema de que era hijo de padres separados, no dejaban que le faltara nada. Fue una macana. No puedo entender esa "mongoleada", retorcido. Le dieron todo.
-Sin embargo usted hacía más de tres años que no se hablaba con él, y antes casi no tenía trato.
-Él se fue a vivir con mis viejos a una casa a la vuelta. Murió mi padre, y él siguió con mi madre hasta que ella falleció en 1999. Hasta setiembre de 2004 lo dejé en la casa. Y en ese momento se la pedí porque no pagaba las cuentas, contribución, luz, y además llevaba amigos a vivir que no me gustaban. Le dije que se fuera, él se creía el heredero, se llenaba la cabeza con eso. Pero yo era el heredero. Bueno, tuvimos una pelea muy violenta. Como viejo, di un paso al costado. ¿Qué gano con la bestialidad? Fui al Juzgado, le advirtieron y se fue. Y vendí la casa. Como tengo hijos con mi mujer, y ella tenía los suyos como yo, hace tiempo que dejamos arreglado para que a todos les tocara por igual.
-¿Pablo estaba comprendido en esa división?
-Lo que le toca por ley. Aunque no sé si lo merece. Pero bueno, después de esa pelea nunca más. Me costó tres meses cicatrizar algo así. Quedó. Me dije: tengo un hijo, está vivo. Después me enteraba los chismes, como que era enfermero.
-¿Alguna vez él le pidió dinero?
-No, nunca
-Es notorio que una parte de la familia tenía plata y otra no. ¿Cree que incidió? ¿Sus padres, los abuelos de Pablo, sentían cierto rencor hacia ese hermano que tenía dinero y cuya familia fue asesinada?
-No. Mire, los Borrás eran tres hermanos, mi padre, Norberto y Gonzalo. Cada uno heredó alrededor de 140 cuadras. Mi padre le vendió su campo a Gonzalo y compró en el pueblo. Luego Norberto le vendió también. Si Gonzalo tenía cerca de dos mil cuadras fue porque apechugó, se levantaba con su mujer, pobre Alicia, a las tres y media de la mañana, invierno y verano, a trabajar. Mi padre tenía una buena relación con Gonzalo. Quizás mi vieja era más "espinilla", tenía más resquemores.
-¿Qué sintió con todo esto? ¿Lloró?
-No. No lloré ni cuando murió mi viejo. Pero llama la atención, Pablo era laburante, estaba por entrar al Hospital de Salud Pública. Si venía por acá y comía, dejaba 20 pesos. Creo que lo que lo sacó fue que hace poco estuvieron por acá Daniel Bentancour y Raquelita (dos de las personas asesinadas) y comentaron que se iban a comprar un auto o algo así. Supongo que lo que enfureció a Pablo para matarlos fue que en el copamiento les pidió plata y le dieron cien dólares y doscientos pesos.
(En medio de la charla, de adentro de la casa, uno de sus hijos lo llama, por el apodo "Venganza").
-¿Le dicen "Venganza"?
-Venganza, talibán, son bromas de chicos.
EL OTRO PABLO. "Conocimos un muchacho que no estaba enfermo. Es muy triste, era otro Pablo. Trabajó como enfermero en 2005, por un corto tiempo, pero que fue muy lindo. Con las referencias de aquí, luego fue contratado por una mutualista y una emergencia móvil", señalan desde el Hogar de Ancianos de Colonia Miguelete, aunque prefieren no dar nombres ni hacer más declaraciones.
Allegados a Borrás señalan que fue a pedido de su madre que cursó enfermería, aunque no le gustaba demasiado. Trabajó en el Hogar de Ancianos de Colonia Miguelete, localidad donde estaba radicada su madre, nuevamente en pareja.
Antes se había ido unos 8 o 9 meses a Chile, "aunque vino más pelado todavía", según su padre.
Tuvo un paso laboral por la mutualista Amec en Nueva Helvecia, y por la Emergencia Móvil Semco, para luego dedicarse los últimos años a la albañilería y otras "changas" de electricidad o sanitaria. "A veces decía que a su abuelo lo habían robado, pero en los 12 años que hace que lo conozco nunca habló de la familia que mató. Sé que sólo una vez fue a una fiesta de quince en ese campo", cuenta una mujer muy allegada.
Pablo Borrás soñaba en grandes negocios, incluso intentó con un boliche: `La Luna`. "Siempre tenía proyectos, delirios le decía yo, y su madre lo apoyaba a veces económicamente", cuenta esa allegada. Por un tiempo vivió en una casa con galpón en la calle Stutz de Nueva Helvecia y allí planificaba poner un bar. Y antes, pensaba comprar un terreno para construir, donde soñaba con irse a vivir con la madre de su hija, Viviana. Siempre se lo pedía, aunque ésta estaba en pareja.
Pero tarde o temprano volvía a su realidad de no tener trabajo, vivienda y andaba de prestado o debía el alquiler. Quizás en esos momentos, o en otros de proyectos, su cabeza dio un giro brutal. Que, hasta él, parece, no se detuvo a pensar.
"Nunca dejaré a mi hermano"
"Por qué lo hizo, sólo lo puede contestar él", señala la hermana de Pablo, María José Borrás. "Lo único que puedo decir, si quiere ponerlo, es que Pablo será mi hermano siempre. Con este hecho, he aprendido que los afectos no mueren. Mi motor de vida son mis hijas, pero a mi hermano no lo voy a abandonar nunca".
¿Qué le interesa a la gente lo que era su hermano antes del 4 de marzo?, se pregunta María José. "Es una cuestión de familia, y ¿qué familia no es disfuncional? Ese es mi pensamiento si lo quiere poner. Si hay un aprendizaje que quizás todos los uruguayos deberíamos hacer, es que esto no es responsabilidad de una persona solamente, sino de una sociedad en la que dejamos abandonados a los jóvenes. ¿Qué hacemos las redes sociales con los que andan en la calle tomando vino, droga de un tipo o de otro? ¿No seremos todos un poco culpables? No es justificativo ni hablo de mi familia en particular. Allí había cinco personas, seres humanos, con cinco vidas diferentes. Pero ninguno de los otros tres que estaban hizo algo para impedirlo. Si yo veo que alguien está cometiendo un hecho delictivo, y no hago nada, soy tan culpable como él. No soy la Justicia. Lo único que tengo claro es que cuando me enteré, estuve afuera para darle un abrazo y decirle `te amo y contá conmigo siempre`. Más allá de toda la atrocidad, es mi hermano. El amor no cambia".
María José señala que todos "somos algo soberbios, porque siempre miramos desde la vereda de enfrente como si no nos fuera a pasar. ¿Qué hace Uruguay por evitar la violencia, el alcoholismo, la drogadicción? Esto es un hecho puntual, pero sucede en todo el interior".
Perfil del asesino sin culpa
Según los psiquiatras, varios factores pueden conducir a una persona a un trastorno de personalidad antisocial, la patología más común de los delincuentes más violentos:
FAMILIA. Hay factores de herencia genética, aunque según estudios internacionales, la causa de mayor riesgo es la disfunción familiar, caóticas y desorganizadas, con problemas para fijar límites. Antecedentes de abuso sexual pueden incidir para el desarrollo del trastorno, que se puede diagnosticar desde los 15 años pues se forma en etapas muy tempranas.
SIN LÍMITES. Los antisociales tienen falta de disciplina desde niños. Pueden en la infancia tener actitudes crueles. De jóvenes y adultos, se caracterizan por vivir siempre al "margen de la ley", son irritables y tienen "irresponsabilidad persistente", como incapacidad para mantener un trabajo o proyectos a futuro. Sienten desprecio por lo demás, que son, para él, la causa de sus males.
AMBIENTE. La pobreza y el consumo de drogas puede agravar el trastorno.
"No les afecta pensar que tienen que matar"
El sábado 8 de marzo descubrieron los cuerpos. Nueva Helvecia y todo el país se enteraba de los asesinatos de Alicia Schwyn (71), su hija Raquel Borrás (30) y su pareja Daniel Bentancour (32) y el peón Insignio Mesa (74), todos acuchillados en una estancia cercana al pueblo coloniense.
Lo primero que pensaron los locatarios e incluso la Policía fue: "Vinieron de Montevideo, una banda, no sé, acá no pasan cosas de estas", según dijo un agente. Aunque luego descubrirían lo contrario, no imaginaba a nadie cercano capaz de tal brutalidad.
Sin hablar del caso en particular, Roberto Mosera, perito psiquiátrico del Poder Judicial, aseguró que la patología más común entre los delincuentes más violentos es el trastorno de personalidad antisocial. "Son estructuras de personalidad patológicas y lo más frecuente, cuando hay extrema violencia, es la ausencia de resonancia afectiva", añade. Lo que significa "frialdad", "no le afecta demasiado pensar que tiene que matar, por ejemplo".
En general, estos delincuentes cometen sus actos más crueles cuando son jóvenes, donde hay mayor impulsividad. La mayoría, también, son hombres. Puede existir una "carrera delictiva" o dar el salto y de la nada cometer el crimen más violento. Eso depende de cada caso.
Estudios internacionales indican que entre el 1% y el 5% de la población mundial padecerían de este trastorno, que tiene escalas. El extremo es el sádico, quien "disfruta con el sufrimiento del otro" y son los menos comunes. En escalas inferiores, el antisocial no es siempre violento. Pero sí siente desprecio por los demás. "Son a veces los estafadores, por ejemplo", asegura Mosera.
Una vez cometido el acto, no siente arrepentimiento. La culpa es siempre de los demás. "Ellos dan explicaciones muy elementales sobre lo que hicieron: `no lo pensé`, `no sé qué pasó`, `no lo recuerdo`. O a veces lo niegan, pero sin dar muchos argumentos. No intenta explicarse los hechos, pasó y listo".
El desarrollo de este mal está asociado a factores genéticos y también de la historia familiar y social de la persona (ver nota aparte). Las posibilidad de tratarlo son casi nulas "porque ellos no tienen conciencia de enfermedad".
FUENTE: http://www.elpais.com.uy/Suple/DS/08/03/30/sds_337967.asp
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